domingo, 22 de mayo de 2011

La princesa y el mendigo

Érase una vez vez, una hermosa chica alta, guapa, inteligente, buena, con sentido del humor y una talla 38 que salía con un hombre alto, guapísimo y encantador con el que formaba la pareja perfecta. Perfecta sólo de boquilla, porque él, a pesar de ser encantador y tremendamente guapo, también se portaba fatal con ella y no paraba de darle palos. Pero ella siempre aceptaba sus disculpas y volvía con él. En esta historia hay un tercer personaje: el amigo feo pero locamente enamorado la vida de la chica, y que, a base de esperar y estar ahí siempre para ella, al final consiguió que la chica se diera cuenta de que realmente le quería a él y dejara al guapo para vivir felices para siempre, la dama y el vagabundo. 


Vale, nos suena la historia a todos, ¿no?


Pues bien, en la actualidad estoy observando a mi alrededor una ligera alteración de este prototipo: el chico feo que ha visto muchas películas que narran la historia que he descrito antes y le saca el mayor jugo posible: chico feo conoce a chica guapa, se hacen amigos, él es lo más comprensivo y noble y masculino (todo internamente) que ella ha conocido, y con el tiempo y pese a que no se siente físicamente atraída por él se enamora de él, se lían, se acuestan, y de pronto, él ya no es tan comprensivo ni encantador, no coge el teléfono y empieza a hablar de que no quiere nada serio ni comprometerse, que necesita espacio, que si ella es perfecta pero es que él no sabe lo que quiere, etc. Es decir: se comporta como el chico guapo que le rompe el corazón a la chica.




De esto me he dado cuenta hace poco, de hecho hace unos días que vi en persona a un chico que le había traído por la calle de la amargura a una conocida mía. La chica en cuestión es bastante guapa, no le faltan hombres que la admiren y cuando por fin le puse cara al que tanto la había hecho sufrir casi me caigo de espaldas: una cabeza más bajo que ella, gordo, calvo, ojos saltones...un adonis, para resumir. Me sentí profundamente indignada; no es que mi lema sea "¡¡Que se mueran los feos!!" ni mucho menos, pero vamos...encontrarme con que un ser así va rompiendo el corazón a chicas que le superan en todo, es totalmente frustrante.


Pensando en ello yo, personalmente, me he dado cuenta de que, de los chicos con los que he salido, han sido los más guapos los que mejor se han portado conmigo. Los menos atractivos han sido los que peor me han hecho sentir. ¿Será a lo mejor que al sentirte tú más atractiva que él das por sentado que él va a estar besando el suelo que pisas siempre? ¿Es eso, nos confiamos al salir con alguien más feo?


¿Os imagináis al jorobado de Notre Dame liándose con Esmeralda y diciéndole al día siguiente que no está seguro de si quieres estar con ella, que está hecho un lío? Es ridículo.


Hablando con la amiga que me presentó al "galán" que os decía, ella postulaba que hay un tipo de chicos que saben que no tienen...digamos...los mejores dones visuales, sí, lo saben, y se han dado cuenta de que a las mujeres, si nos prestan la suficiente atención y nos halagan lo suficiente, el aspecto físico no nos importa tanto y vamos acabar cayendo. Si al menos fuesen como en la película de Hitch, o sea, que lo hicieran porque están enamorados y desesperados por conseguir el amor de esa chica guapa a la que no saben como aspirar...pero no, qué va, son peores que los guapos presumidos, son lobos con pieles de cordero que una vez obtenido lo que quieren se cuelgan la medalla y a por la siguiente.


Así que, he llegado a dos conclusiones; una, es verdad que el aspecto físico no es lo importante, es el interior...y a veces el interior se corresponde totalmente con el exterior. Segunda conclusión: a partir de ahora deberíamos de hacerles caso (en principio) para iniciar una relación a los guapos y medir mucho, muchísimo a los menos guapos pero comprensivos...


Hombre, de sufrir por amor, ¡¡al menos que sea alguien que nos encante desde el principio!!

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