viernes, 3 de febrero de 2012

Eat, pray, love

Acabo de ver la película de Come, reza, ama. Me había leído el libro hace unos meses, y me gusto mucho, os lo recomiendo, creo que la escritora hace unas reflexiones que merece la pena conocer.

Hay muchas cosas que me gustan de esta historia real, y la primera es el valor que muestra la protagonista. Sin ánimo de desvelar los entresijos a quien no hayan visto la película o leído el libro, hablamos de una mujer que tras un divorcio muy duro y una depresión devastadora decide poner en práctica el famoso dicho de "Que se pare el mundo que yo me bajo": se va a pasar un año fuera de su país con el objetivo de encontrar la felicidad. ¿Tipico? Bueno, depende...la idea de alejarse del problema para encontrar la solución no es nueva, pero pensemos, ¿conoces a mucha gente que aparte de decirlo, lo haya hecho? Yo no conozco a nadie. Ella sí tuvo las agallas para hacerlo.

Ella divide su año fuera en tres fases: placer físico (descanso y comida maravillosa para deleitar su paladar), oración y meditación, y espiritualidad. Cada fase la desarrolla en un lugar distinto, a cada cual más dispar y alejado del anterior. Sólo hay una cosa en común entre los tres lugares: nada de hombres, nada de sexo.



Sola. Se va sola. Y no es fácil. 

Leyendo el libro me ha calado una cosa que puede que también sea muy típico oir, pero que no por ello es menos cierta, y es que las luchas más duras son aquellas que tenemos con nostros mismos al sincerarnos, al evaluarnos, al darnos cuenta de quiénes somos (si es que llegamos a tener la suerte de poder alcanzar a conocernos).

Uno pensaría que simplemente, con irse y estar de vacaciones un año los problemas se van y se cargan la pilas. Eh...pues no. Ella pasa por unas crisis muy, muy fuertes, consigue llegar, con mucho sufrimiento, a la raíz, al fondo de sus problemas, y entonces es cuando puede hacer algo para solucionarlos. Es muy duro ver la verdad. El subconsciente está programado para que nos mantengamos alejada de ella, pero al final, uno es capaz de romper la barrera y acceder. Lo que no nos esperábamos es que es más dura de lo imaginable, que tenemos caras y rasgos dentro de nosotros que son difíciles de tragar...por ello nuestro "amigo" el subconsciente nos protegía.

Esto está relacionado con una de mis anteriores entradas, en las que hablaba de que uno es responsable de que siempre le pasen las mismas cosas. Es imposible que ocurra algo nuevo si siempre se tiene la misma actitud y se opera de igual forma.

La forma que tiene de enfrentarse a sí misma que elige en este momento esta mujer me parece admirable. Primero porque pone un oceano entre su mundo conocido y ella para poder pensar con claridad; segundo porque se abandona al placer, se dedica a la meditación y después pasa a estudiar su espíritu de forma separada. En cada fase resuelve un trauma pendiente, gana y pierde batallas, y acaba perdonándose a sí misma. Conoce a diversas personas, todas le enseñan algo, todas la acompañan en la fase del camino correspondiente, o sea que totalmente sola no está, digamos que es como un niño que está aprendiendo a andar: siempre hay alguien que le vigila y le orienta, pero el que tiene que aprender a andar es, al fin y al cabo, él. 

Me encanta también su decisión a no mezclar los hombres en su vida hasta verse recuperada. Las relaciones son maravillosas, pero sí es cierto que cuando se está en una relación una parte de ti esta mezclada con la otra persona, estás codicionada por la otra persona. Si uno quiere curarse y solucionar sus cuestiones personales es importante tener toda la concentración en uno mismo. Suena egoista, pero es así. Por otro lado, para ser feliz con alguien es necesario ser feliz solo, y uno de los condicionantes de la felicidad es la serenidad interna, que volvemos a repetir, tienes que conseguirla por ti mismo. Lioso, sí, también, pero es así. 





Ojalá todos pudiésemos tener la claridad y decisión que tuvo esta mujer en ese momento. Cierto es que su viaje fue posible gracias a que ella tenía los recursos para poder hacerlo realidad, pero creo que todos podemos hacer una cura como la suya sin necesidad de poner 18 horas de vuelo entre medias. Simplemente hace falta el valor, el valoe de mirarnos en el espejo y reconocer que algo no marcha bien, el valor de tomar la decisión de hacer algo al respecto, y sobre todo, el valor de dar el paso y hacerlo.






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