viernes, 30 de diciembre de 2011

Jarito

Hay días en los que uno se levanta, se ducha, se arregla y va a trabajar o clase igual que todos los días, en los que la rutina es la misma de siempre hasta que, de pronto, algo bueno o malo ocurre en un instante determinado que hace que ese día quede grabado para siempre en nuestra mente. Días como el 11 de marzo de este año 2011, en el que mi amiga M. era sorprendida en su habitación en Tokio por un terremoto devastador. Días como otro 11 de marzo, en este caso de 2004, en el que Madrid despertó con sucesos que todos recordamos. Días como el que fui a la oficina como cualquier otro día de junio y me encontré con una reunión imprevista en la que me comunicaban mi ascenso. Días como aquel en que descubres que la persona a la que quieres te corresponde. O días como en el que, sin saber a santo de qué, escuchas palabras que jamás pensaste que irían dirigidas a tu persona, palabras que hacen que la expresión "partir el corazón" cobre sentido y que marcan un hito en una relación.

Hoy he modificado esta entrada. Al principio contaba la historia entera, pero he decidido cambiarlo. Estamos a 31, último día del año, y no quiero acabar el año contando el amargo final, prefiero quedarme con la parte bonita y especial. Y es que ha sido realmente especial.

Apenas habían pasado tres semanas cuando le conocí en Miami, nos presentó un amigo en común. No me llamó la atención porque fuera atractivo, se trataba de un chico normal en lo físico, pero sí me quedó claro desde el principio que era extremadamente amable y educado conmigo. Español como yo y llevándome más de dos años de ventaja en lo que a vivir en la capital del estado del sol se refiere, se ofreció en seguida para ayudarme con varios problemas que tuve al principio para buscar alojamiento y otros temas logísticos. No sé qué hubiera hecho sin él, fue como un auténtico ángel caído del cielo en ese momento.



Desde el primer día hablábamos mucho y de muchas cosas, él siempre estaba pendiente de que todo me fuese bien y si veía que necesitaba cualquier cosa ahí estaba para ayudarme, sin yo pedírselo. A veces pienso que me leía la mente, era como si, aunque sólo nos conociésemos de dos semanas atrás, supiéramos cosas del otro desde siempre. Pasaban los días y empecé a notar que por su parte no era sólo amistad y complicidad, no...empezó a tener detalles más personales, más románticos, a decirme cosas que no eran simples piropos, cosas que me hacían sonrojarme, que nadie me había dicho jamás hasta entonces. Un fin de semana me tocó trabajar todo el tiempo, y vino un segundo a traerme cuatro cupcakes chiquititos de chocolote porque sabía que estaba disgustada por tener que trabajar sábado y domingo. Otro día que estuvo en mi casa me dejó escondido un libro para que lo encontrase de sorpresa porque sabía que echaba de menos algo que leer por las noches. Todas las mañanas me escribía un mensaje deseándome un buen día y lamentando no poder pasar conmigo el día...Detalles así tenía a todas horas, no había ningún día que no me sorprendiera con algo.

Yo al principio prefería ignorar el significado de estas acciones, no me atraía más que como amigo. Pero poco a poco empecé a verle de otra forma. Yo me sentía sola, lejos de mi familia y amigos, en un ambiente nuevo y llena de inseguridades por varios motivos...tener a alguien que estaba deseando de ayudarme, estar conmigo y apoyarme era algo muy tentador...ojalá hubiese esperado más tiempo.
A los dos meses de llegar a Miami tuve visita de mi mejor amiga, y fue estando ella allí que me decidí y, una noche de fiesta, acabé besándole. Lo estaba deseando. Y él mucho más que yo. Él no se lo esperaba, decía que jamás hubiese imaginado que una chica como yo fuese a fijarse en alguien como él, que realmente no había tenido esperanzas de que yo quisiese estar con él.


Ir despacio parecía imposible, desde los primeros días dormía en su casa, íbamos a hacer deporte juntos, comíamos juntos, hacíamos todo juntos. Él me contó varios miedos e inquitudes que tenía por relaciones pasadas, fantasmas que estaban ahí, pero yo intentaba quitarle hierro al asunto. A veces me miraba y me decía que no me merecía, que en realidad no era bueno para mí. Pero yo lo que veía era un chico dulce, apasionado, enamorado de mí...en un mes experimenté cosas que no había experimentado nunca con otros hombres en más tiempo, cosas como las que pasan en las películas románticas. ¿Cómo iba a creerme que en realidad no era apropiado para mí? ¡Lo tenía todo!

Justo antes de regresar a España para pasar las Navidades ocurrió algo que aún no he conseguido asimilar, ni siquiera entender. El resultado ha sido no seguir juntos, orgullo herido...es como si hubiese tenido un sueño muy agradable y largo, y de pronto algo me hubiese despertado bruscamente, dejando esa sensación de vacío y desilusión que una tiene al despertar y encontrarse igual que cuando se durmió.

Pero a escasas horas de acabar este año no quiero quedarme con esa sensación. Este año ha estado lleno de experiencias, y en lo relativo a lo sentimental ésta ha sido la mejor. Me ha dado tanto en tan poco tiempo que lo que quiero es dar gracias por haberle conocido, mi estancia en Miami hasta ahora no hubiese sido ni parecida sin él. Gracias, Jarito.

No pasa nada, de todo se aprende algo, y hay que mirar para adelante en busca de la siguiente etapa del camino. En 2012 seguiré aquí, ¡hasta que lo consiga!

FELIZ AÑO 2012!!!






Welcome to Miami

Cuatro meses. ¿Qué ha pasado para que Miss Holly haya estado ausente tanto tiempo? ¿Es que no le ha ocurrido nada interesante que contar? ¿Es que ya "lo ha conseguido"? No, ambas preguntas tienen respuesta negativa. Miss Holly se encuentra con que en los últimos cuatro meses le han ocurrido tantas cosas que aún casi no sabe ni dónde está, es como si alguien la hubiese dado vueltas hasta desorientarla, y ahora ha conseguido quedarse quieta, viendo como el mundo gira a su alrededor...

Bien, me dejaré de metáforas y contaré todo como es debido. Pocos días después de mi última entrada en mi trabajo me comunicaron que tenían intención de enviarme una temporada fuera de España, más concretamente a cierta parte de Estados Unidos famosa por la playa, el sol y su pluralidad cultural; sí, me han enviado a ¡Miami!

Los días siguientes a la noticia fueron de frenesí total, sólo contaba con dos semanas para cerrar mi vida entera en Madrid y cogerme un vuelo a Miami. Cuando quise darme cuenta, me había despedido de mis amigas, de mis compañeros y de mi familia y estaba sobrevolando el Atlántico preguntándome cómo narices había ido yo a parar ahí. Y de hecho a lo largo de estas semanas esa pregunta no me ha abandonado casi en ningún momento...me sorprende tanto cómo dos culturas pueden ser tan cercanas y a la vez tan distintas...

En esta entrada aún no voy a entrar en materia amorosa, que es, al fin y al cabo, lo que da vida a este blog. No, quiero que esto sirva de puente para enlazar con todas las nuevas experiencias que estoy viviendo y las reflexiones que de ellas derivan.

Considero que soy una persona que viaja bastante y que está acostumbrada a los cambios, pero esta vez ha sido distinto, aún me encuentro intentando descifrar mi ambiente. Cierto es que la gran mayoría de mis viajes han sido siempre por placer y voluntarios, fueran de la duración que fueran; puede que en este caso, al ser por motivos laborales, haya encontrado resistencias en mí que no sabía que tenía.

El caso es que Miss Holly está aquí, y muy, muy pronto comenzará a contaros curiosidades de las relaciones en esta parte del mundo...¡gracias por la espera!

sábado, 10 de septiembre de 2011

Actually, love

Me encantan las comedias románticas. Me encanta el cine en general (excepto las películas de miedo, me dan demasiado miedo), pero es difícil que una comedia romántica típica me disguste, y me da igual si el final es feliz o no.


Cierto es que la mayor parte de las pelis románticas acaban felizmente, pero hay películas geniales en las que los protagonistas no acaban juntos, como Tal como éramos, de Robert Redford y Barbra Streisand, o la película que cuenta la vida de Jane Austen, La joven Jane Austen, sin olvidarnos del clásico Lo que el viento se llevó. En el caso de la primera, a pesar de quererse muchísimo y de estar a punto de tener un bebé, los protagonistas tienen que separarse porque ambos tienen un carácter tan enorme, una personalidad tan fuerte, que no pueden seguir juntos. La escena final, cuando se encuentran pasados los años, pone los pelos de punta. En el caso de La joven Jane Austen, de Anne Hathaway, ella es la que se ve moralmente obligada a no fugarse con él porque eso supondría la ruina para su familia (la de él).




Hay películas con final feliz que nunca me canso de ver, Sentido y Sensibilidad, la versión de Emma Thompson, es una de ellas. El diario de Bridget Jones, por supuesto, y me encanta también la historia de Sabrina, sobre todo la película de Audrey Hepburn en blanco y negro.


Se me ha ocurrido escribir sobre esto porque hace poco he visto el anuncio de que van a echar Love actually dentro de nada, ¿la conocéis? A mí me encanta este tipo de películas en las que se mezclan varias historias con diversos personajes. La verdad es que en la película hay historias más creíbles que otras...¿o no? Éso es lo que me hace pensar...a veces vemos una película y nos parece una pastelada, que no hay hombres ni mujeres que hagan esas cosas o a los que les ocurra lo que les ocurre.  Pero creo que sí que hay gente así, y personas a las que les ocurren cosas de película. Incluso puede que a nosotros nos haya pasado algo de película, sólo que no nos lo hemos imaginado desde la perspectiva de un asiento de cine.


De Love actually me encanta la historia de Colin Firth, que tras pillar a su chica engañándole con su propio hermano se enamora de una chica con la que no puede hablar porque es de Portugal y no sabe inglés. Pero se entienden, de alguna forma. ¿Que esto no puede pasar? Vale. A la vecina de mis padres le ha pasado, en serio.
Luego tenemos la historia del niño, lo que me gusta de ella no es el hecho de que él esté enamorado, sino que me encanta la relación con su padrastro, como éste le aconseja y le ayuda, cómo le entiende. Es muy tierno.




Y me da mucha pena la historia de la chica que está enamorada de su compañero de trabajo, y que a pesar de ser correspondida decide no salir con él porque tiene una responsabilidad familiar ineludible.


Me gusta porque creo que la película refleja la realidad. Estamos en una época en la que el amor ya no tiene reglas, ya no hay comportamientos establecidos a seguir, cada uno lo hacemos lo mejor que podemos. A veces las cosas salen bien, otras no. A veces estamos solos, otras no. Ellos a veces no saben cómo actuar con nosotras, y nosotras nos preguntamos qué es lo que hacemos mal para que nos pase lo que nos pasa. A veces lloramos de felicidad, a veces lloramos de pena. A veces el que tienes justo delante se empeña en amargarte la vida, a veces te llevas mejor con alguien con quién sólo puedes hablar por chat. A veces tenemos que enfrentarnos "sólo" a un desengaño, otras un ser querido nos deja para siempre...y a ver cómo nos enfrentamos a eso.


Hace un par de años volvía un día normal a casa tras tomar algo por ahí. Una manzana antes de llegar a mi portal vi a un chico vestido de traje, de pie, esperando con una rosa de invernadero en la mano. Cuando pasé por su lado me miró muy serio y me dijo "Por favor, toma, para ti." Me dio la rosa y se fue andando, yo seguí mi camino muy sorprendida, la rosa era preciosa, incluso tenía un diminuto depósito de agua para que se mantuviese fresca. Recordé la cara seria y de desilusión del chico que me la dio...obviamente esa rosa no era para mí, yo simplemente fui alguien que pasaba por ahí en el momento en el que él se daba cuenta de que ella, la chica a la que había comprado la rosa, no iba a aparecer. Puede que ésa no fuera la realidad, pero es lo que yo siempre he pensado.


Y es que actualmente el amor es así: imposible de entender. No hay normas, no hay leyes, hay que aprender sobre la marcha lo que a uno le conviene, lo que a uno le gusta o lo que a uno le hace daño. Incluso hay parejas que se rompen por quererse tanto que no pueden soportarlo. El amor es paradójico, es traidor, es excitante, es tranquilo, es escandaloso, es...es amor, de hecho es amor.



viernes, 19 de agosto de 2011

El final del verano

Cierto, el verano aún no ha acabado, he titulado esta entrada así en honor a una canción del Dúo Dinámico. Hoy por fin he conseguido encontrar un mp3 de fácil manejo para mi madre, y cargándole la música que me había dicho, me he encontrado con esa canción. Os pongo un link para los que no la conozcáis.



Me encanta la canción por varias razones: me recuerda a las veces en que he ido con mis padres en el coche escuchándola, me recuerda a mi Cádiz querida, a mi historia de verano que ya os conté...y ahora me recuerda a otra cosa más que me ha ocurrido hace apenas un mes.

Éste año por fin hemos podido alinear los astros (y lo que es más importante, los días de vacaciones) cinco amigas, o sea, cuatro miembros imprescindibles de mi famosa "red de seguridad" y yo. El destino elegido: Ancona, la costa adriática italiana. ¿Por qué? Porque allí vuela Ryanair...y porque Italia, como todo el mundo sabe, mola mogollón. Allí nos fuimos las cinco a un apartamento pequeñito pero muy acogedor e ideal para nosotras, que íbamos buscando sólo playa, sol, pasta y reirnos a todas horas de todo lo que nos ocurriese.

Éso es lo que íbamos buscando, y éso es lo que encontramos, además de mil cosas más: descubrimos los cozzes (o mejillones), algo típico de la zona, buenísimos, descubrimos que habíamos elegido los únicos 100 kilómetros en toda la costa italiana que tenía playas de piedra (hemos vuelto con pies de hobbit), comprobamos que los españoles somos bastante más escandalosos que los italianos, y bueno...nos pasaron miles de cosas más. Cosas que no paro de recordar, que me hacen sonreír en mitad de la oficina, que me hacen sentir que han sido las mejores vacaciones de mi vida.

Pero además de homenajear a mis cuatro amigas y el pedazo de viaje que nos organizamos, tengo que hablar de la parte amorosa del viaje...que sí, ¡que hasta de eso hemos tenido! Aquí va:

Al tercer día de estar en Italia se nos ocurrió ir a una playa a la que sólo se puede acceder en barco. Esperanzadas íbamos de encontrar una playa de arena, ilusas nosotras, para comprobar que no, que era de piedra como todas en esa zona, y que tampoco estaba el supuesto chiringuito que una de mis amigas tanto insistía en que tenía que haber por ley...En fin, que llegamos por la mañana y teníamos que quedarnos allí hasta varias horas después que nos recogería el barco de vuelta. La verdad es que creo que todas estaban encantadas menos yo, que me sentía encerrada en esa playa minúscula sin salida, sin cobertura y con las dichosas piedras clavándose hasta la médula. Y para colmo, no había chicos para alegrarse la vista...en fin, pues nada, a tumbarse y a tostarse, que al fin y al cabo es a lo que habíamos ido allí.

Pero a veces el destino gira y te da un capón para recordarte que él sabe más que tú y que hace las cosas por algo.

Llevábamos allí bastante tiempo cuado giré la cabeza y me encontré con que habían llegado dos chicos y se habían puesto a nuestro lado, como caídos del cielo. Uno me miraba. No estaba mal. ¿Sería gay? Todos los italianos lo parecen a veces, y allí solo con otro chico...pero si es gay, ¿por qué mira tanto? Me voy a meter en el agua, voy a salir...anda, me sigue mirando. Pues es bastante mono...me voy a soltar el pelo a ver...a ver..."Perdona, ¿de dónde sois?" Me dice en perfecto español.

Así empezó la historia con este italiano con nombre de rey inglés que hablaba el español estupendamente. De pronto la playa ya no me parecía tan aburrida,  todo lo contrario. Se me sentó al lado y empezamos a hablar, luego dimos un paseo bajo la mirada burlona de mis amigas, que habían estado aguantando las pobres mis continuas quejas para ver que mi malestar se disipaba igual de pronto que había llegado (las pobres, como las quiero). El caso es que estuvimos charlando hasta que vino el barco que a nosotras nos llevaba de vuelta al puerto, y quedamos esa noche para ir a cenar todos: mis amigas, su amigo, él y yo, a un sitio que él conocía. Tenía los ojos verdes, cuerpo atlético y dos hoyuelos picarones al sonreir. Además le encantaba hablar y contar cosas sobre él, pero interesándose al mismo tiempo por la persona con la que hablaba. Veraneaba allí porque su familia era de la zona, así que se la conocía bien.



En la cena lo pasamos fenomenal todos, nos reímos a carcajada limpia todo el tiempo rodeados de montones de comida exquisita típica de la zona. Su amigo resultó ser un chico encantador, y bastante guapo también, que nos enamoró a todas al momento...aunque a mí algo menos que mi chico de los hoyuelos, con el que de vez en cuando cruzaba miradas de complicidad. A veces me paraba y miraba la mesa...me sentía dentro de una comedia romántica, realmente fue una noche genial; a mí me preocupaba que mis amigas se aburrieran o se sintieran obligadas por mí, pero creo que ellas lo pasaron hasta mejor que yo.

Después de la cena nos fuimos de marcha, y ahí ya fue cuando él y yo nos desmarcamos de los demás. Me hacía reir, me contó muchas cosas íntimas de su vida, cosas que otros chicos no te dicen. Me decía que quería ser "transparente" conmigo. Y bueno...besaba como los ángeles. 

Durante los tres días siguientes hubo de todo menos aburriemiento: risas, pasión, conversaciones ligeras, conversaciones serias, confidencias y complicidad; hasta los silencios con él eran cómodos. Con él he descubierto algo que hasta ahora no sabía de mí, y es que me encanta estar con chicos muy confiados, son el tipo de hombre con el que estoy bien. Al ser confiados son sinceros, me dicen las cosas como son; me hacen sentir segura porque sé que lo que veo es lo que hay. Parece una tontería, pero para mí no lo es, gracias a él he dado un paso adelante en descubrir otro rasgo del hombre que me gusta. Habrá quien piense que este tipo de chico es prepotente o demasiado chulo, pero ése desde luego no es mi sentir.

¿Le volveré a ver en el futuro? Pues no lo sé, probablemente no, pero ya dije que los amores de verano están para eso: para el verano. Yo me he quedado con el buen sabor de boca que me ha dejado y con el recuerdo de sentirle acariciándome el pelo mirándome a los ojos.

Y bueno, no fui la única que tuvo amor en ese viaje, su amigo también...¡con mis cuatro amigas! Las cuatro estaba loquitas por él, y él por ellas, acabaron llevándose fenomenal, y con una especialmente mejor que con las otras...eso ya será tema de otra entrada.

Estoy muy agradecida a mis amigas por este viaje, ha sido perfecto en todos los sentidos. Espero que ellas piensen igual, y espero que podamos repetirlo de aquí en adelante siempre que tengamos oportunidad. Durante esa semana con ellas he aprendido a quererlas y necesitarlas aún más que antes, he aprendido que varios puntos de vista son totalmente conciliables. Y he confirmado dos de mis teorías: una es que un par de miradas en el momento adecuado pueden hacerte conseguir lo que quieras, y la otra es que...¡Italia mola mogollón!












sábado, 9 de julio de 2011

Summer Love

¡¡Ya está aquí el verano!!

Sí, ya ha llegado, con sus días largos, sus noches al aire libre, los tintos de verano en las terrazas, las vacaciones, la playa, las fiestas y...los ligues de temporada.

La posibilidad de encontrar el amor (ya sea pasajero o permanente) en una ideal noche veraniega con un cielo plagado de estrellas y el mar de fondo es un tema muy machacado por el cine y la publicidad, pero la verdad es que este tiempo parece que invita más al flirteo, a la relajación, a las sonrisitas y a las miradas indiscretas entre dos personas que se atraen.

Yo tuve un amor de verano hace un par de años, y la verdad es que puede sonar prototípico, pero fueron dos semanas de sueño, de estas historias en las que ambas personas saben que hay un final, saben dónde está el final y aprovechan al máximo el tiempo juntos. Y lo mejor de todo es que de esta historia nació una gran amistad entre los dos.

Fue en el Mediterráneo (más típico imposible), fui de monitora a un campamento de que duraba dos semanas en el que participaban adolescentes de tres nacionalidades diferentes: españoles, franceses y alemanes. Como eran muchos adolescentes se hicieron cuatro grupos, y cada grupo tenía dos monitores de distinta nacionalidad, un chico y una chica.



Yo desde el principio encajé muy bien con mi compañero, y eso que éramos como las dos caras de la moneda...a lo mejor precisamente por eso nos llevamos tan bien, tanto entre nosotros como con nuestros chavales y los demás monitores de otros grupos. El caso es que el era muy guapo, tenía unos ojos verdes increíbles, y una personalidad totalmente arrolladora. Pero la verdad es que en ningún momento me planteé que entre nosotros fuera haber nada más que amistad, de hecho pensaba que a él le gustaba la monitora de otro grupo. 

Aún me parece mentira cuando me acuerdo, pero cogimos mucha confianza en tan solo un par de días, mucha confianza e intimidad. Las primeras noches nos quedábamos hablando, riéndonos, hasta que nos dábamos cuenta que si no nos íbamos a dormir nos iba a pillar el amanecer sin enterarnos. Fue un campamento alucinante, hacíamos windsurf, navagación en catamarán, esquí acuático...cada día era una aventura, siempre me acostaba con agujetas de haberme pasado el día riéndome.

Ocurrió a la semana de comenzar el campamento. Los niños estaban (supuestamente) ya dormidos, y los monitores estábamos reunidos organizando un poco el día siguiente, relajados, tomando algo en nuestra sala de juntas, escuchando música. Yo estaba particularmente cansada, y como veía que ya no teníamos nada más que planificar y que mi compañero estaba muy entretenido tonteando con la otra chica les dije que me iba a la cama. El caso es que cuando lo dije él se quedó sorprendido, lo vi, pero me fui pensando que eran imaginaciones mías, al fin y al cabo él estaba tan feliz con la otra a su lado. Llegué a mi cuarto y fui a tumbarme a escuchar mi música...vaya, mira por dónde el mp3 estaba sin batería. Como aún tenía fresca la cara de él al decir que me iba, decidí volver a bajar a la sala a con la excusa de cargar un poco el mp3. Creo que fue la mejor cosa que pude haber hecho!

Cuando volví a entrar seguían todos allí, y a él se le iluminó la cara, me ayudó a conectar el mp3 al ordenador y me acercó una silla para que me sentase cerca de él. Estuvimos hablando todos un rato, jugando a las cartas, etc. Hasta que alguien dijo que ya era hora de irse. Todos se levantaron, yo me quedé sentada esperando a que se terminara de cargar mi aparatito, y él se quedó sentado conmigo haciéndose el remolón. Cuando me quise dar cuenta nos habían dejado solos. Cuando me quise dar cuenta le tenía pegado a mí. Cuando me quise dar cuenta...me estaba besando. Fue increíble, hacía tan solo una hora pensaba que esa misma noche él se iba a ir con la otra, y ahí estaba, conmigo. Suena mal decirlo, pero me sentí un poco como si yo hubiera ganado.



Si la primera semana fue alucinante la segunda ya fue de éxtasis. Había tan buena sintonía entre los dos...Creo sinceramente que es una persona con la que no podría tener una relación seria, pero lo que ocurrió esas dos semanas fue perfecto, lo recuerdo no como un trabajo de verano divertido, sino como las mejores vacaciones  de mi vida.

El día de la despedida lloré a mares, pero cuando subí al autobús dejé de llorar y empecé a sonreír. Había sido algo mágico para mí, un soplo de aire fresco. Desde entonces hablamos a menudo, le considero uno de mis mejores amigos, y el año pasado volvimos vernos sin que pasara nada (ambos estábamos con alguien).

Así que, aunque normalmente soy bastante escéptica e irónica con los prototipos amorosos, en lo relacionado a los amores de verano no puedo hacer más que decir que yo eso sí lo he vivido, y que es genial.

Cierto, los amores de verano no son para siempre...por eso son especiales. Además, cuando de helados se trata en verano...lo interesante es cambiar de sabor, ¿verdad?

viernes, 24 de junio de 2011

Mundos paralelos

Recientemente he pasado unos días en Viena. Es una ciudad preciosa, elegante, imperial. Lo suficientemente grande para ser una capital, y al mismo tiempo lo suficientemente pequeña para verla casi toda caminando. Cuando uno pasea junto a la Ópera, se toma un trozo de tarta en el Hotel Sacher o va de compras por la zona de la catedral para acabar contemplando el inmenso e imponente palacio real se siente transformado, el aire regio y elegante que la historia ha dejado en Viena contagia a todos los que van.

Por lo que he podido comprobar las habitantes de esta ciudad son serios, algo altivos y con un orgullo tremendo de ser Austriacos.

Pero cuando cae la noche algo cambia. Al menos algo diferente vi una de las noches en que salí de fiesta con mi amiga. Viena de noche es preciosa, la iluminación, las calles desahogadas de gente, la temperatura ideal (en esta época, porque en invierno no hay quien pare). Puede ser una ciudad muy romántica para ir con pareja. Pero ése es otro tema.

Volviendo a esa noche en que salimos de fiesta, fuimos a un sitio que se supone que iba a ser genial, de lo más "in", justo en el centro de la ciudad. Allí fuimos, pero todo lo señorial que podía ser la ubicación del club se terminaba al entrar y bajar las escaleras hasta la barra y el espacio para bailar.

No es que el sitio fuera malo, todo lo contrario, la decoración era bonita y es de los típicos sitios que a mí en otras circunstancias me hubiera encantado. Bueno, en otras circunstancias no, mejor debería de decir que con otras personas dentro. Me explico: el noventa por ciento de la gente que había allí eran hombres que sobrepasaban los cuarenta años vestidos como chicos de 20 y chicas que no llegarían a los 30 la mayoría vestidas dejando muy poco lugar a la imaginación, maquilladas perfectamente. Todas guapísimas, todas desesperadas porque uno de esos cuarentones les pagara una copa. Busqué el "orgullo austriaco", y resulta que no quería entrar allí.

Y yo me quedé perpleja, decepcionada. Es que era penoso ver a todas las chicas bailar como si fueran bailarinas de barra contoneándose sobre los tacones de 15cm, poniendo cara de viciosas y atusándose el pelo para, una vez conquistado el "galán" de turno dejarse manosear, sobar y besuquear por él delante de todo el mundo.


A mí se me acercaron dos, el primero sólo con la mirada que le eché me dejó en paz; el segundo fue más pesado, pero fingí no entender alemán para que me dejase en paz. Ambos viejos, ambos ridículos. Me hizo gracia, porque con el segundo una de mis amigas me dijo "¿Qué más da si no te gusta? ¡Al menos que te invite a una copa!". No, lo siento, prefiero no tomar nada y ahorrarme esas miradas que no me gustan.


El caso es que, sigo preguntándome por qué. Por qué esa chica con quien me choqué en el baño, esa chica despampanante: rubia, alta, guapísima, con una figura que ya quisieran las modelos del Vogue, por qué esa chica sentía la necesidad de estar en aquel sitio. Me pregunto cómo acabaría la noche, y con qué...perdón, con quién.


La historia, la realidad, y mi abuela afirman que las mujeres podemos conseguir lo que queramos de los hombres. Aunque no seamos unas diosas físicamente, tenemos el gen de poder conseguir lo que queramos del otro sexo si llegamos a usar nuestras armas con destreza. Entonces, ¿por qué hay chicas que, teniendo algo tan valorado hoy día como es el físico, no aspiran a lo mejor de lo mejor? ¿Por qué se conforman con un tío salido (y casado...vi muchas alianzas y pocas esposas al lado) y baboso?


Puede que ya hayan intentado tener algo mejor y no lo hayan conseguido. Puede...pero me resulta difícil pensar que chicas así se conformen, que crean que su felicidad depende de un hombre, y que, cuando el hombre adecuado no aparece, cualquier desesperado les parezca suficiente para ellas. Desde luego no hacen honor a Sisí, ella no se dejó dominar ni por el emperador con el que se casó.


Al menos algo saqué en claro de allí: vi el tipo de mujer que yo no quiero ser. Pasé de rancios y fui feliz regresando a casa habiendo comido tarta Sacher y barquillos Manner...

jueves, 2 de junio de 2011

Años arriba...o abajo

Estoy leyéndome el libro de autor italiano "Perdona si te llamo amor". Me lo he comprado porque vi la película, y me pareció una historia bonita y graciosa (por no mencionar lo guapísimo que sale Raoul Bova). Para no destripar la novela a los que quieran leerla, trata de un chico y una chica que empiezan una relación siendo él 20 años mayor que ella.


Siempre me ha encantado ver parejas que se llevan más años de lo normal, para mí es la confirmación de que hay personas que buscan más allá de lo convencional, que no se conforman con lo primero que llega, que cuando encuentran lo que buscan lo reconocen y se lo quedan a pesar de los convencionalismos.


Yo tuve un...cómo llamarlo...tuve un "casi comienzo" de relación de ese estilo. Yo tenía 21 años y él 29, nos conocimos en clase de alemán, un curso al que me apunté un año los sábados. A mí no es que me llamara la atención físicamente, pero sí me parecía un chico majo, maduro, con el que se podía hablar. Al parecer yo sí le llamé la atención, porque al poco tiempo empezó a llamarme, a escribirme, a chatear conmigo por Internet. A mí me caía bien y le seguía el rollo; a nadie le amarga un dulce, ¿verdad?


La cosa empezó a pasar del tonteo, cada vez me hacía más insinuaciones de que yo le gustaba, de que quería invitarme a cenar, etc. Me llamaba casi todos los días, y nos mandábamos mensajes cada hora. Lo curioso es que todo esto fue al acabar el curso de alemán, es decir, ya no nos veíamos, era todo por teléfono. Yo reconozco que en ningún momento me llegó a gustar de verdad, pero me encantaba las cosas que me decía y me escribía.


Llegó el día de salir con él. Llevábamos una semana entera hablándolo, él preguntándome qué quería hacer, dónde me gustaría que me llevara...Bueno, ¡aquello tenía pinta de ser una cita de ensueño, de las de película!


Peeero, cuando llegó el momento de empezar a arreglarme me escribe un sms diciéndome que tiene un dolor de cabeza tremendo, que si de pronto no le apetece salir, que si tal, que si cual. Yo me quedé a cuadros, indignada, ¿qué le dolía la cabeza? Pero vamos a ver, si estaba tan loco por mí, ¿cómo iba a dejar de tomarse una aspirina para verme?
Lo hablé con mi hermano, y él empezó a ver cosas en la historia que no le encajaban, que no lo veía vamos. Empezó a adivinar cosas que el chico me había dicho y escrito son que yo se las contase, y al final me dijo "Mira, este tío no me gusta, mañana te va a escribir, te va a decir tal y tal, pero a mí me huele mal".


Resumiendo, efectivamente al día siguiente escribió diciendo que al final le hubiera encantado verme, que qué pena. Tras varios mensajes (sí, supermaduro todo) diciéndole que vale, pero que yo ya pasaba de él (con palabras más finas, por supuesto), él se puso muy antipático, me llamó cría y niñata y ahí se acabaron los sms y llamadas. El caso es que de esto hace 5 años, y hasta hace unos meses ha seguido buscándome, escribiéndome, en fin, seguía ahí. Pero no he querido saber nada más de él, me olía a chamusquina, por muy maduro que pareciese al principio.


En fin, el cuento de la princesita que acaba con el caballero andante no se me cumplió entonces. Pero mientras todo esto pasaba, sé de alguien a quien sí se le cumplió. Y fue realmente de cuento.


Mi hermano, sí, el mismo que mencionaba antes, dejó una relación de varios años de duración para empezar con una chica 5 años mayor que él. El tenía 23, ella 28, y fue ella la que dio el primer paso. Los dos tenían pareja cuando se conocieron, en circunstancias normales hubieran pasado el uno del otro, pero no lo hicieron porque sus vidas les llevaron a coincidir en un sitio y un momento en el que se necesitaban el uno al otro sin saberlo.


Es asombroso cómo cada uno de ellos llevaba varios, muchos años con sus parejas de siempre sin que nada avanzase, y sin embargo, fue conocerse y al año ya vivían juntos, a los tres años de conocerse se casaron y ahora tienen (casi) tres hijos.


Para mí, la historia de ellos dos es mejor que cualquier otra que yo haya visto, la he vivido de cerca y vi cómo se miraban el día de su boda. Al principio fue un escándalo, "Pero ¡¡cómo vas a dejar a *** por una chica tan mayor!!", nadie daba un duro por ellos. Y a ellos les dio igual, se habían encontrado el uno al otro, ya no tenían que buscar más.


Ahora que están a escasos días de tener su tercer bebé, les dedico esta modesta entrada, le deseo a todo el mundo que sepa reconocer lo que buscan cuando esto se presente, venga con el envoltorio o edad que venga.

domingo, 22 de mayo de 2011

La princesa y el mendigo

Érase una vez vez, una hermosa chica alta, guapa, inteligente, buena, con sentido del humor y una talla 38 que salía con un hombre alto, guapísimo y encantador con el que formaba la pareja perfecta. Perfecta sólo de boquilla, porque él, a pesar de ser encantador y tremendamente guapo, también se portaba fatal con ella y no paraba de darle palos. Pero ella siempre aceptaba sus disculpas y volvía con él. En esta historia hay un tercer personaje: el amigo feo pero locamente enamorado la vida de la chica, y que, a base de esperar y estar ahí siempre para ella, al final consiguió que la chica se diera cuenta de que realmente le quería a él y dejara al guapo para vivir felices para siempre, la dama y el vagabundo. 


Vale, nos suena la historia a todos, ¿no?


Pues bien, en la actualidad estoy observando a mi alrededor una ligera alteración de este prototipo: el chico feo que ha visto muchas películas que narran la historia que he descrito antes y le saca el mayor jugo posible: chico feo conoce a chica guapa, se hacen amigos, él es lo más comprensivo y noble y masculino (todo internamente) que ella ha conocido, y con el tiempo y pese a que no se siente físicamente atraída por él se enamora de él, se lían, se acuestan, y de pronto, él ya no es tan comprensivo ni encantador, no coge el teléfono y empieza a hablar de que no quiere nada serio ni comprometerse, que necesita espacio, que si ella es perfecta pero es que él no sabe lo que quiere, etc. Es decir: se comporta como el chico guapo que le rompe el corazón a la chica.




De esto me he dado cuenta hace poco, de hecho hace unos días que vi en persona a un chico que le había traído por la calle de la amargura a una conocida mía. La chica en cuestión es bastante guapa, no le faltan hombres que la admiren y cuando por fin le puse cara al que tanto la había hecho sufrir casi me caigo de espaldas: una cabeza más bajo que ella, gordo, calvo, ojos saltones...un adonis, para resumir. Me sentí profundamente indignada; no es que mi lema sea "¡¡Que se mueran los feos!!" ni mucho menos, pero vamos...encontrarme con que un ser así va rompiendo el corazón a chicas que le superan en todo, es totalmente frustrante.


Pensando en ello yo, personalmente, me he dado cuenta de que, de los chicos con los que he salido, han sido los más guapos los que mejor se han portado conmigo. Los menos atractivos han sido los que peor me han hecho sentir. ¿Será a lo mejor que al sentirte tú más atractiva que él das por sentado que él va a estar besando el suelo que pisas siempre? ¿Es eso, nos confiamos al salir con alguien más feo?


¿Os imagináis al jorobado de Notre Dame liándose con Esmeralda y diciéndole al día siguiente que no está seguro de si quieres estar con ella, que está hecho un lío? Es ridículo.


Hablando con la amiga que me presentó al "galán" que os decía, ella postulaba que hay un tipo de chicos que saben que no tienen...digamos...los mejores dones visuales, sí, lo saben, y se han dado cuenta de que a las mujeres, si nos prestan la suficiente atención y nos halagan lo suficiente, el aspecto físico no nos importa tanto y vamos acabar cayendo. Si al menos fuesen como en la película de Hitch, o sea, que lo hicieran porque están enamorados y desesperados por conseguir el amor de esa chica guapa a la que no saben como aspirar...pero no, qué va, son peores que los guapos presumidos, son lobos con pieles de cordero que una vez obtenido lo que quieren se cuelgan la medalla y a por la siguiente.


Así que, he llegado a dos conclusiones; una, es verdad que el aspecto físico no es lo importante, es el interior...y a veces el interior se corresponde totalmente con el exterior. Segunda conclusión: a partir de ahora deberíamos de hacerles caso (en principio) para iniciar una relación a los guapos y medir mucho, muchísimo a los menos guapos pero comprensivos...


Hombre, de sufrir por amor, ¡¡al menos que sea alguien que nos encante desde el principio!!

jueves, 12 de mayo de 2011

Dudas

Tres años. Dependiendo de lo que hablemos puede ser mucho tiempo...o muy poco. Tres años fue el tiempo que estuve cogiéndolo y dejándolo con el que, en ese momento, pensé que sería el hombre de mi vida.

En esos tres años él se deshacía en darme una de cal y otra de arena: te quiero muchísimo, te imagino como la madre de mis hijos, pero no estoy enamorado de ti y no quiero hacerte daño. Primera paradoja...
Yo fui literalmente casi al Polo Norte a verle. Para que él viniera a verme a mí en mi erasmus tuve que pagarle yo el billete. Segunda rareza que no vi a tiempo.
Él estaba deseando ir a mi casa de la playa, es decir a la casa de mi familia, pero se negaba a ir a saludar a mis tíos y primos. Tercera rareza...aunque a esta ya no reaccioné igual.




Y son tres ejemplos, porque feos me hizo muchos, muchísimos, con la excusa de "ser sincero". Estuvimos cogiéndolo y dejándolo intermitentemente durante 3 años. La última vez que empezamos y que íbamos medianamente serio, fue porque él se enteró de que yo había tenido un aventura veraniega (cuando él y yo se supone que no estábamos juntos); de la noche a la mañana pasó de poner todos los impedimentos posibles a nuestra relación a quererla con locura y estar superceloso. Esa última temporada juntos duró unos 5 ó 6 meses, y acabó por lo mismo: por sus dudas. Pero esa vez fue distinta. A pesar de que me dolió mucho, algo en mi interior había cambiado. Llamadlo cansancio, saturación o desilusión, pero algo. Tuvo mucho que ver que el mismo día en que lo dejamos pasó algo en mi familia que hizo que mi vida diera un vuelco y cambiaran mis perspectivas.

A medida que pasaba el tiempo después de dejar de verle fue como si me redescubriera, se me empezó a caer el velo de los ojos, y vi todo lo que mis amigas y mi familia veía: que él no había merecido la pena nunca. Incluso ahora llego a pensar que fue una pérdida de tiempo.

Tuvo que llegar otro chico con el que he tenido una relación informal para conocer cosas que creo que tendría que haber conocido antes, cosas como ir abrazados por la calle, como recibir o dar besos espontáneos ya sea en privado o en público, como que viniera a verme y me trajera una bolsita de gominolas o bombones porque lo vio y se acordó de mí...¡Y esto siendo una relación informal! 



En la relación seria esto no lo vi, todo era dividir la cuenta en dos, no ir al cine porque era muy caro, no ir de la mano por su barrio por si nos veía alguno de sus vecinos, etc. Y dudas, muchísimas dudas, ¡dudaba de todo!

No escribo esto para ponerle vestido de limpio, ni mucho menos, supongo que aquella fue una etapa que tenía que vivir para darme cuenta de lo que no quiero. Lo escribo para mostrar la ceguera que nos domina a veces, nos obcecamos en barrer suciedad debajo de la alfombra porque creemos que vale la pena el objetivo; y luego al final la suciedad acaba saliendo de la alfombra y ya es demasiado obvia como para ignorarla. 

Me pregunto por qué pensamos las mujeres que podemos cambiar a los hombres. ¿Por qué queremos pensar que él cambiará? Si no se comporta como se tiene que comportar, ¿no sería más lógico buscar a otra persona que sí lo haga? ¿De dónde nos viene ese complejo de salvadoras de los demás?

Yo, una vez visto cómo me cambió dejar de verle, ahora aconsejo que, de verdad, nadie se conforme con menos de lo que quiere, todas podemos aspirar a algo más. Si nos conformamos con alguien que no nos satisface vamos a acabar desilusionadas, sin tener ni su respeto ni el nuestro. Y me aventuro a decir que en la mayoría de estos casos, encima de aguantar sus faltas, al final será él el que pondrá fin a la relación. Basta por favor, no pasa nada por decir "Hasta aquí he llegado contigo, ¡adiós!".

...Adiós, y por el siguiente ;-).

viernes, 29 de abril de 2011

La red de seguridad

En el último mes he tenido un par de sobresaltos emocionales, uno de ellos conllevaba un fin. 

Es curioso lo diferente que es una ruptura dependiendo de quién de los dos da el paso de decir "hasta aquí". En este caso he sido yo, cierto es que no era una relación de años o mucha profundidad, pero no deja de ser una separación de caminos de una persona a la que has llegado a conocer, a la que has cogido cariño, y con la que has compartido intimidad.

Los otros sobresaltos fueron distintos (entre ellos está mi experiencia de mi guapo desconocido y mi inmolación vía nota en medio de la calle), pero me he dado cuenta de que no importa lo que me pase, bueno o malo, al poco tiempo de pasar tengo que contárselo a mis amigas, mi prima y mi hermano. Son mi red de seguridad.

Para aquellas/os que hayáis visto alguna vez Sexo en Nueva York, puede que lo de la red de seguridad os suene. En un capítulo Carrie, la protagonista de la serie, tiene que ir a montar en trapecio para escribir un artículo para el periódico en que trabaja; consigue montarse y balancearse en el trapecio, pero cuando el monitor le pide que suelte las manos para colgarse sólo de sus rodillas ella es incapaz, le puede el miedo y no consigue soltar las manos de la barra. A pesar de tener una red debajo que la protegería del golpe en caso de caída, el miedo canta victoria.

El capítulo trata varios momentos de las cuatro amigas, y acaba con Carrie subida de nuevo en el trapecio un día que sus amigas van a verla. Ese día ella consigue soltarse, aguanta un poco y...cae a la red. La moraleja es que hay que vencer el miedo e intentarlo las veces que sea necesario, no importan los fallos: tenemos una red de seguridad que nos protege de la catástrofe. Y esta red, efectivamente, son los amigos.

Yo me siento muy afortunada, creo que tengo una red trenzada en acero a doble capa. Siempre hay alguien al otro lado del teléfono para reír, llorar, saltar...lo que toque en el momento. 


El sentimiento de amistad es fascinante. No importa el tipo de persona que sea, no tiene que compartir la mayoría de tus gustos siquiera, es más, a veces puedes pasar meses sin verla por cuestiones de tiempo/trabajo/distancia. Sabes que en un momento de necesidad estará ahí, de la misma forma que a ti te saldrá natural acudir para apoyarla cuando ella lo necesite. Da igual la cantidad de relaciones y hombres equivocados que elijas: tu amiga estará ahí para ponerle verde, para ponerse de tu parte, para traerte revistas y magdalenas de chocolate mientras las lágrimas caigan. Pero también estará ahí para decir "A lo mejor tú podrías haberlo hecho de otra forma", para abrirte un poco los ojos, pero siempre por ti. Y la que no lo haga no es una amiga. Punto.


Mis amigas/os están siempre ahí: para burlarse de que antes me encaprichaba siempre por feos  que encima eran idiotas (véase que hablo en pasado :-D), para alegrarse por mis éxitos y salir conmigo de los fracasos...Para alguien que no es de la capital y que apenas tiene familia en ella los amigos lo son todo. El verdadero mérito de que me encante Madrid es de ellos.
En definitiva, los amigos de verdad van contigo durante toda la experiencia de conocer el amor, son la perspectiva externa, son los que ven cuando vas bien, cuando te tuerces y hay que redireccionarte, cuando te estás cayendo y tienen que cogerte del brazo para que no te llegues a dar.


Hace dos años estuve en Japón, una de las visitas fue Kyoto, donde hay una especie de complejo de templos shintoistas enorme y a cada cual más bonito. Uno dedicado a la salud, otro al trabajo, otro a la suerte, otro al amor (por supuesto), etc. Recuerdo que había un sitio en concreto donde había una piedra grande en el suelo con una placa. La roca simbolizaba el amor (yo creo que cualquier objetivo en realidad), y el juego estaba en que ir caminando con los ojos cerrados hacia la piedra desde un punto determinado, con la única ayuda de un amigo situado al lado de la roca guiándote para que llegases a ella desviándote lo menos posible. Me pareció una metáfora preciosa.


Y es que, por muy buenos que seamos, siempre hay momentos en la vida en que estamos ciegos y debemos escuchar lo que nos dicen. Siempre hay momentos en la vida en que tenemos que guiar a alguien que no ve lo que nosotros sí. Todos queremos llegar a la piedra, ¿verdad?

martes, 19 de abril de 2011

¿Y si resulta que soy yo?

Últimamente hay una pregunta que me acompaña siempre, se burla de mí, se contonea y me saca la lengua...a veces siento que por fin me voy a vengar de ella porque he encontrado la respuesta, pero ¡JA! Nooo, ella aparece con su signos de interrogación más claros y nítidos que nunca...¡¡le gusta hacerme sufrir!!






¿¿QUÉ LES PASA A LOS HOMBRES?? 


Seis palabras. Seis. Daré con la respuesta, pero de momento me llegan pistas, nada definitivo. Y espero que la respuesta, como todas las cosas importantes de la vida, tenga sólo una palabra; creo que ésa es la pista más clara...debe ser UNA palabra que se me escapa.


Hasta hace poco estaba convencida de que todos siguen un patrón de comportamiento, que lo único que debíamos hacer era descubrirlo y así sabríamos cómo tratarlos. Pues no. Sólo he visto un patrón: todos van totalmente a lo suyo. Pero es que "lo suyo" varía totalmente de un hombre a otro. Bueno, miento, hay otro patrón: el mío. El tuyo. El de mis amigas. El de todas nosotras.


Las conversaciones se repiten cada cierto tiempo, cuando empiezas a salir con alguien, cuando lo dejas con alguien, cuando te empieza a gustar otro alguien. Siempre nos comportamos igual, siempre acabamos llorando por exactamente lo mismo, siempre nos hace ilusión lo mismo...siempre salimos con el mismo hombre.


Y lloramos, nos quejamos, "¿Pero por qué me ha vuelto a pasar lo mismo?", "¿Cuándo me va a dar la vida un respiro?", "¿Por qué ha cambiado si era todo perfecto?", ¿Por qué me han vuelto a tratar así?", etc. Pues me ha vuelto a pasar lo mismo porque he hecho lo mismo, la vida me dará un respiro cuando yo salga del cuarto de la asfixia, él ha reaccionado como todos porque yo he hecho lo de siempre, y me han vuelto a  tratar así porque yo me he vuelto a comportar así. 


Nos conformamos con lo primero medianamente aceptable que se nos presenta. Sí. No elegimos, que no, que no, que nos conformamos, nos comportamos siempre igual y por eso nos pasa lo mismo una vez y otra. Hasta que no rompamos nuestro patrón de comportamiento no sentiremos que algo ha cambiado, hasta que no elijamos de verdad no sentiremos que la vida nos da un respiro. Y seguiremos sintiéndonos atraídas hacia el mismo tipo de hombre hasta que dejemos de ser el mismo tipo de mujer.


No digo que la pregunta ¿Qué les pasa a los hombres? no tenga su miga, porque la tiene, conseguiré encontrar la respuesta, pero no es ésa la clave para la felicidad y el éxito en el amor, como yo pensé que era. No, la clave está en aprender de los errores y los aciertos, coger lo bueno de las experiencias positivas y buscarlo en la próxima. Dejemos de darles todo el protagonismo, a lo mejor resulta que, bueno, nosotras pecamos de tontas.


P. D. Todo esto partiendo de la base de que no hay quien los entienda, porque...¿qué les pasa a los hombres?

martes, 12 de abril de 2011

I got off the plane

Ross llega hecho polvo a casa; ha estado toda la tarde intentando burlar la seguridad del aeropuerto para decirle a Rachel en el último momento que la quiere, para intentar evitar que ella se vaya a París y con ello perderla para siempre, ¿y para qué? Para que cuando por fin consigue encontrarla y decírselo ella se monte igualmente en el avión.

Él llega a casa, se sienta en el sofá totalmente devastado y le da al play del contestador. Hay un mensaje de Rachel. Le ha llamado antes de despegar el avión. ¿Qué reacción esperaba de ella? ¿Cómo se le ocurre al aeropuerto en ese momento? Claro que ella también le quiere, pero es que...un momento. Le quiere. Le quiere...¡le quiere!

¿Y qué pasa después? Pues claro...she got off the plane.






Para mí la que acabo de describir es una de las mejores escenas de amor que se han hecho nunca. En el momento en que Ross lleno de nervios no para de rebobinar el contestador para ver si al final la dejan bajarse del avión se oye la voz de Rachel "I got off the plane". Se me ponen los pelos de punta cada vez que veo esa escena.

Después de diez años de idas y venidas, amistad, amor, peleas, matrimonios y una hija entre los dos hace falta que a ella le ofrezcan la oportunidad profesional de su vida al otro lado del océano para que él se dé cuenta que no puede vivir sin ella. Y ella dice no a esa oportunidad increíble para quedarse en Nueva York con su amigo, novio, exnovio, marido, exmarido, padre de su hija...o sea, con el amor de su vida.

Más de una podría pensar "Mira chato, ahí te quedas, que has tenido tiempo suficiente y ahora que me voy me vienes con chorradas". Podría ser un final alternativo. Pero no. Ella le elige a él.


Y, ¿no es lo que queremos todas? Las mujeres tenemos la suerte de vivir en una época en la que no necesitamos a nadie para vivir estupendamente; somos guapas, seguras, inteligentes y podemos comernos el mundo. Sí. Pero que levante la mano la que no desee secretamente que el amor de su vida le ruegue que no se vaya a París.


Es esa sensación maravillosa, ese hormigueo en el estómago que sentimos cuando la persona que nos hace perder la cabeza nos mira a los ojos y nos dice que siente lo mismo. Esa subida de adrenalina al saber que te quiere, que te necesita, que todas las angustias pasadas han merecido la pena. Ese orgullo y satisfacción al notar que se pone celoso porque mientras él se lo pensaba, tú has estado saliendo con otras personas.


La historia de Rachel y Ross también me hace pensar en si realmente puede haber amistad entre hombres y mujeres. Y me refiero a amistad de la auténtica, como la que tenemos con nuestras amigas más íntimas. Yo tengo un par de amigos chicos muy, muy íntimos, pero la relación nunca es igual a la que tengo con mis amigas. Mi madre siempre ha dicho que la amistad entre chicos y chicas es imposible; yo no soy tan radical, pero sí creo que siempre hay uno de los dos que cae, y normalmente es la mujer...


Pero no adelantemos acontecimientos, la amistad es lo suficientemente importante como para tener su propia entrada en este espacio. Ésta queda dedicada a todos los que en algún momento de su vida tengan la oportunidad de bajarse del avión, o de intentar convencer a alguien de que no suba.

domingo, 3 de abril de 2011

La 2,35

El verano pasado, un domingo, una amiga me sugirió que la acompañara a un pub irlandés donde todos los domingos se reunía un montón de gente para hacer intercambio de idiomas. A mí no es que me hiciese especial ilusión ir, pero bueno, debido a mi trabajo me venía bien ir por si hacía algún contacto (¡nunca se sabe!). Cuando fui allí ya estaba mi amiga hablando con unos extranjeros, practicando francés. Aquello estaba lleno de gente, pero no hacía falta ser muy observador para ver el rollo del que iba la gente...¡eso era un club de citas! Disfrazado de "venga que somos super intelectuales y hablamos idiomas", era un realidad un "¡¡¡venga que estoy desesperado por pillar!!!!".


Yo me puse a hablar con mi amiga, y me acabé fijando en un chico alto y guapete que estaba tomándose una cerveza solo, y que no dejaba de mirarme. Yo seguí hablando con mi amiga, y el chico se iba acercando cada vez más, hasta que llegó otra persona que se puso a hablar con mi amiga. El chico ya se terminó de acercar, me saludó y nos presentamos. Ya no me acuerdo ni de su nombre, recuerdo que era alemán, de mi edad, que trabajaba en unos laboratorios y no sé que más. Al poco tiempo mi amiga vino para decirme que se marchaba, yo tenía una cerveza llena, así que pensaba quedarme a terminármela y luego irme, pero el chico me sugirió que fuéramos a otro sitio "con menos ruido" a tomar una última caña. Yo al principio me negué, pero el insistió mucho diciendo que era un sitio que estaba cerca, así que al final acabé accediendo. Fuimos al sitio (que no estaba tan cerca), y nos sentamos en una mesa que tenía un sofá en vez de sillas; a mí cada vez me convencía menos la idea de estar con él ni un minuto más, pero por educación y mojigatería me parecía mal irme. Pedimos unas cervezas, y él me invitó. Yo hablaba y bebía sin parar, me sentía incómoda por todos lados, y él cada vez se acercaba más a mí en el sofá, cada vez más, cada vez más...me puso la mano en la espalda y....se la quité. Para el esto debió significar "Guay!!!Esto significa que me puedo abalanzar sobre ella!!" porque se me echó encima como un gato cogiendo un ratón y yo aparté la cara corriendo. "No por favor, no lo hagas". Él, medio sonriendo, lo volvió a intentar (a lo mejor en Alemania no significa sí, vete tú a saber), y yo volví a apartarme. Entonces me preguntó "¿Porrr qué no quierrres prrobarr mis besos?", "Mira, lo siento si te has llevado una idea equivocada, yo no tenía intención de nada porque ahora mismo salgo con alguien, etc.". El tío siguió insistiendo un rato, muy pesado, para colmo le olía el aliento y yo ya no sabía por donde salir. Por fin, se dio cuenta de que no pensaba liarme con él, y entonces, me suelta "¡¡Pues, vaya, y resulta que ya he inverrrsionado una cerrvesa en ti!!". Yo, siguiéndole en lo que yo creía que era una broma, le ofrecí pagarle la cerveza y él dijo, dejándome atónita "VALE". Saqué dinero del monedero, pero no me llegaba a los 2,50 euros de la caña, así que le di 2,35, lo que tenía, él aceptó el dinero, se levantó y se fue.  Allí me quedé yo durante 5 segundos más, pensando en qué narices había pasado, y a continuación salí deprisa, y me dediqué a llamar por teléfono a mis amigas para contárselo y reírme todo el camino de vuelta a casa...


Esa anécdota hizo que mis amigas acuñaran la expresión "hacer la del 2,35" llorando de la risa cuando se lo conté. Sobra decir que nunca he vuelto a ir a un encuentro de estos de idiomas, y no tengo ninguna intención de volver...


El caso es que este individuo pensaba de verdad que me iba a ir con él a su casa sólo porque había conseguido convencerme de tomar una cerveza con él, es más, ¡creía que yo se lo debía por haberme pagado una bebida!
Cuando nos gusta un hombre parece que nos esforzamos por mandar señales que hagan que se fije en nosotras, creemos que se lo dejamos muy claro, pero a veces funcionan y otras no. Sin embargo, cuando lo que quieres es quitarte de encima a alguien, parece que interpreta todas las señales de falta de interés como si fueran una invitación a seguir, obligándote a recurrir a la antipatía para que pare.


Y es que una no sabe cómo hacerlo. A veces, cuando se sale por la noche a una discoteca, parece que el mero hecho de dejar que un chico se acerque a hablar contigo ya da pie a interpretar que quieres acostarte con él. A mí me gusta conocer gente nueva, hablar y reírme y ya...pues no, sobre todo lo de reírme; si les ríes las gracias parece que ya estás asegurada en su cama. Qué pena, ¿no?
No es que me haga cruces y vaya en contra del ligoteo nocturno, ni muchísimo menos, ¡¡a mí me encanta!! Lo que digo es que me gustaría que no fuera tan a saco, que no pareciese que por charlar con alguien ya te tiene en el bolsillo. No sé, un poco de coqueteo, de conquista, eso a todos nos gusta y es mucho más interesante. Creo que a nosotras nos sigue gustando sentirnos conquistadas más que abordadas.


Y lo mismo pienso de si somos nosotras las que damos el primer paso. Puede que pequemos de dejarle demasiado claro desde el principio que nos gusta, cuando a lo que ellos les engancha es la incertidumbre. Hay un libro que se llama "The rules", no está traducido al español, pero yo creo que dice unas cuantas verdades sobre cómo conseguir la atención de quien queramos. No estoy de acuerdo con todo lo que predica el libro, ya que lo veo demasiado enfocado a "pescar" un marido, pero en las líneas generales creo que lleva mucha razón. 


Para mí no se trata de buscar desesperadamente un hombre para que nos sintamos realizadas. Se trata de que ahora que las mujeres tenemos tanta libertad, si queremos compartir la vida con alguien que nos encanta empecemos con buen pie...y que no nos encontremos al final pagándole 2,35 al primer fulano que se cree que nos tiene en el bote.

domingo, 27 de marzo de 2011

Cruce de caminos

Un vuelco al corazón. ¿Quién no lo ha sentido?


Anoche, una amiga me comentaba que hay veces que conoces a alguien y el corazón decide latir al ritmo que le da la gana, te pones colorada, si te mira quieres que te trague la tierra (aunque también quieres que siga mirando)...en fin, te enamoras en ese instante. Ojalá todo el mundo sienta eso alguna vez en su vida, porque, como otro amigo me decía también anoche, "te sientes vivo de verdad".


Y es que hace unos cuatro meses a mí me pasó. De camino al trabajo,empecé a cruzarme a menudo en el mismo punto de la calle con un guapo encorbatado. La primera vez y la segunda no presté demasiada atención, pero a la tercera me fijé bien y pensé "Qué guapo...creo que me quedaría genial". Al poco tiempo empecé a encontrármelo también a la hora de la comida, y cada vez que le veía no podía impedir que el corazón se me saliera del pecho y empezara a repasar mi aspecto mentalmente. Y cada día que le veía al final me daba rabia, no sabía si lo volvería a ver, si alguna vez nos conoceríamos...no sabía nada más que trabajaba cerca de donde yo trabajo y, a juzgar por su vestimenta, en alguno de los muchos bancos o bufetes de abogados que hay por la zona.
No podía ser, si volvía a verle, tenía que hacer algo para no sentirme impotente después. Así que tomé una decisión. Después de tomarla volví a verle dos veces, y no fui capaz de llevar a cabo mi plan, me daba pánico. Pero entonces llegó el lunes.


Llevaba tres semanas sin verle, y, como es lo habitual, ese día fui a comer la sitio donde a veces coincidimos. Allí estaba, rodeado de compañeros de trabajo (me imagino). Yo me quedé también a comer allí con uno de mis compañeros. Al rato, él y su mesa acabaron y salieron; hice de tripas corazón, le dije a mi amigo que salía un momento a saludar a alguien que había visto y baje deprisa hasta alcanzar al numeroso grupo. Entonces me saqué una nota que llevaba escrita en el bolsillo, me acerqué por detrás a él, se la di y le pedí que por favor la leyera. ¿Y después?  Después...salí corriendo despavorida. Ni siquiera le vi la cara que puso, ni lo a cuadros que se quedaban todos los que le acompañaban. Corrí hasta volver con mi compañero, y esperé a que se me bajaran las pulsaciones (algo que aún no ha ocurrido).
En la nota, entre otras cosas, me presentaba y ponía mi número de teléfono, así que ahora venía la peor parte: esperar. Esperar a que llamara, o....a que no.


Pasó el lunes...nada. Pasó el martes...nada. Llegó el miércoles y...¡un sms de un desconocido!


Sí, me escribió, me escribió para decirme que le había sorprendido mucho lo que yo había hecho, pero que ahora mismo estaba con alguien , etc. Se me partió un poquito el corazón, pero agradecí que me escribiera y no me arrepiento para nada de haberme atrevido a darle el papel. 


Y es que yo soy así, siempre lo he sido. Se supone que la mujer debe esperar a que él de el primer paso, pero, sinceramente, a veces no se puede esperar demasiado sin perder el tiempo. Si uno quiere algo tiene que ir a por ello, y si resulta que lo que se quiere está muy lejos, si no das el primer paso nunca va a estar más cerca. Yo he dado el primer paso varias veces, otras no, algunas salieron bien, otras no (como ésta última). ¿Qué hay de malo en buscar la magia, el cosquilleo, la felicidad? Por ello, contándole lo de esta semana a una persona muy muy cercana a mí, ella me dijo que tenía que escribir todas las cosas que me pasan en este campo...y ¡aquí estoy!


A veces me avergüenzo de mí misma, me digo que soy idiota, que cuándo voy a aprender, que hasta cuándo voy a seguir haciendo el canelo...Pues el otro día me rebelé contra mí y dije: "¿Que  hasta cuándo? ¡Hasta que lo consiga!".