viernes, 29 de abril de 2011

La red de seguridad

En el último mes he tenido un par de sobresaltos emocionales, uno de ellos conllevaba un fin. 

Es curioso lo diferente que es una ruptura dependiendo de quién de los dos da el paso de decir "hasta aquí". En este caso he sido yo, cierto es que no era una relación de años o mucha profundidad, pero no deja de ser una separación de caminos de una persona a la que has llegado a conocer, a la que has cogido cariño, y con la que has compartido intimidad.

Los otros sobresaltos fueron distintos (entre ellos está mi experiencia de mi guapo desconocido y mi inmolación vía nota en medio de la calle), pero me he dado cuenta de que no importa lo que me pase, bueno o malo, al poco tiempo de pasar tengo que contárselo a mis amigas, mi prima y mi hermano. Son mi red de seguridad.

Para aquellas/os que hayáis visto alguna vez Sexo en Nueva York, puede que lo de la red de seguridad os suene. En un capítulo Carrie, la protagonista de la serie, tiene que ir a montar en trapecio para escribir un artículo para el periódico en que trabaja; consigue montarse y balancearse en el trapecio, pero cuando el monitor le pide que suelte las manos para colgarse sólo de sus rodillas ella es incapaz, le puede el miedo y no consigue soltar las manos de la barra. A pesar de tener una red debajo que la protegería del golpe en caso de caída, el miedo canta victoria.

El capítulo trata varios momentos de las cuatro amigas, y acaba con Carrie subida de nuevo en el trapecio un día que sus amigas van a verla. Ese día ella consigue soltarse, aguanta un poco y...cae a la red. La moraleja es que hay que vencer el miedo e intentarlo las veces que sea necesario, no importan los fallos: tenemos una red de seguridad que nos protege de la catástrofe. Y esta red, efectivamente, son los amigos.

Yo me siento muy afortunada, creo que tengo una red trenzada en acero a doble capa. Siempre hay alguien al otro lado del teléfono para reír, llorar, saltar...lo que toque en el momento. 


El sentimiento de amistad es fascinante. No importa el tipo de persona que sea, no tiene que compartir la mayoría de tus gustos siquiera, es más, a veces puedes pasar meses sin verla por cuestiones de tiempo/trabajo/distancia. Sabes que en un momento de necesidad estará ahí, de la misma forma que a ti te saldrá natural acudir para apoyarla cuando ella lo necesite. Da igual la cantidad de relaciones y hombres equivocados que elijas: tu amiga estará ahí para ponerle verde, para ponerse de tu parte, para traerte revistas y magdalenas de chocolate mientras las lágrimas caigan. Pero también estará ahí para decir "A lo mejor tú podrías haberlo hecho de otra forma", para abrirte un poco los ojos, pero siempre por ti. Y la que no lo haga no es una amiga. Punto.


Mis amigas/os están siempre ahí: para burlarse de que antes me encaprichaba siempre por feos  que encima eran idiotas (véase que hablo en pasado :-D), para alegrarse por mis éxitos y salir conmigo de los fracasos...Para alguien que no es de la capital y que apenas tiene familia en ella los amigos lo son todo. El verdadero mérito de que me encante Madrid es de ellos.
En definitiva, los amigos de verdad van contigo durante toda la experiencia de conocer el amor, son la perspectiva externa, son los que ven cuando vas bien, cuando te tuerces y hay que redireccionarte, cuando te estás cayendo y tienen que cogerte del brazo para que no te llegues a dar.


Hace dos años estuve en Japón, una de las visitas fue Kyoto, donde hay una especie de complejo de templos shintoistas enorme y a cada cual más bonito. Uno dedicado a la salud, otro al trabajo, otro a la suerte, otro al amor (por supuesto), etc. Recuerdo que había un sitio en concreto donde había una piedra grande en el suelo con una placa. La roca simbolizaba el amor (yo creo que cualquier objetivo en realidad), y el juego estaba en que ir caminando con los ojos cerrados hacia la piedra desde un punto determinado, con la única ayuda de un amigo situado al lado de la roca guiándote para que llegases a ella desviándote lo menos posible. Me pareció una metáfora preciosa.


Y es que, por muy buenos que seamos, siempre hay momentos en la vida en que estamos ciegos y debemos escuchar lo que nos dicen. Siempre hay momentos en la vida en que tenemos que guiar a alguien que no ve lo que nosotros sí. Todos queremos llegar a la piedra, ¿verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario